La nueva Kale Borroka o el odio organizado y ( 2 )

La nueva Kale Borroka y el odio organizado y  (  2  ) 

Aberriberri bloga . 
Jon Elgezabal y Tomas Abendaño 

Diagnóstico anticapitalista de la pandemia
Y si algún incauto teórico de la “mozkorra borroka” piensa aún que detrás de los incidentes de la parte vieja en Donostia solamente había “mozkorra”, sería recomendable que lea la entrevista realizada a dos militantes de GKS insertados en Alde Zaharreko Gazte Asanblada.
Los autores de la carta por de pronto plantean que lo de la Parte Vieja donostiarra no es un hecho aislado sino parte de un conjunto en el que también cuenta “lo ocurrido en el Antiguo y en Añorga (…) y las imágenes de lo ocurrido anteriormente en otros pueblos de Euskal Herria”. Las medidas tomadas por el Gobierno Vasco desde marzo, con la intención de parar la difusión de la pandemia son interpretadas en la típica clave de “aumento del control social” y “endurecimiento de la represión contra los jóvenes trabajadores”. Según estos jóvenes, eso se debe a que, por mala gestión de la pandemia (por no paralizar las actividades económicas, y, a su vez, por “no poner en manos del proletariado” los instrumentos para evitar la muerte por virús), se está utilizando a la “figura del joven incontrolado” como una especie de chivo expiatorio .
Eso pasa porque “en estos momentos de crisis capitalista y de resquebrajamiento del orden social, las fuerzas armadas son medios imprescindibles para mantener la disciplina de las masas”. Concluye diciendo que como mientras exista el capitalismo existirá policía represora del “proletariado” -es decir, esta es una coyuntura, luego una oportunidad, para romper el esquema represión-control.


Tras las actividades y dinámicas reseñadas anteriormente, complementemos el análisis de estos jóvenes, remarcando el hecho que crece ante nuestros ojos, de la presencia actuante de unas “fuerzas armadas” que por muy informales que sean, tienen vocación de erigirse alternativa a la Ertzaintza, con la intención de también alternativa de “resquebrajamiento del orden social”, aprovechando la pandemia. Esto no es algo nuevo. La implicación de jóvenes en estas labores policiales fue uno de los elementos más importantes de “la socialización del sufrimiento” que impuso la izquierda abertzale en los años 90. Estos nuevos “guardias rojos” recogen la antorcha de sus predecesores y proyectan su quemazón desde el presente hacia el futuro.
Al igual que sus respectivos colectivos, al reiterar la interpretación de que la crisis traída por la pandemia constituye la enésima versión de la “crisis del capitalismo”, estos jóvenes eluden un factor significativo: la crisis se genera en China como producto de una explosión vírica que representa un auténtico Chernobyl biológico. Como en el Chernobyl soviético, el desastre ecológico es inherente a las disfunciones derivadas de una sociedad disciplinaria-comunista y resulta el detonante de una catástrofe que alcanza dimensiones globales. Por ende, en el caso de la China comunista, el propio desastre creado por el sistema va a ser el pretexto de un Estado, que no oferta ni sanidad ni servicios universales a su pueblo, pero que plantea, como excusa de su propia incompetencia social, intolerables medidas de control, que, comparativamente, convierten en risible el supuesto yugo de la Ertzaintza. Gazte Koordinadora Sozialista propone una revolución comunista a una crisis derivada de una revolución comunista. Y frente al control social de la Ertzaintza nos ofrece el modelo de su propio control, reflejo histórico del control totalitario-policial del comunismo chino.
Como sus predecesores kaleborroqueños de los 90, y sus ante-antecesores del mayo del 68, forman parte de una generación más de jóvenes adoctrinados en los valores del “juvenismo” y la revolución: la idea de que los “jóvenes” son puros, frente al mundo caduco y corrupto, y, por ello, tienen derecho a arramplar con todo. Reproducen el síndrome del super-hombre al estilo del Raskolnikov de Dostoievsky. Son como los protagonistas de la película de Jean Luc Goddard, “La China” (1967), relato profético de los militantes maoístas del 68, estudiantes y trabajadores, que en medio de un clima ideológico cargante hasta el extremo, al final, como fruto de sus elucubraciones, acaban con la vida de un pobre hombre.


Como su arquetipo, los guardias rojos maoístas, son meras marionetas ideológicamente condicionadas, llenas de fanatismo y odio inoculado, capaces de cometer cualquier tipo de fechoría por los más altos ideales. Les pasará lo mismo que a sus antecesores: algunos serán pura carne de cañón y de presidio y otros, los pocos afortunados, accederán a los centros de poder del capitalismo que tanto critican, para ejercer su pureza revolucionaria desde cátedras universitarias, como Jule Goikoetxea o Eneko Compains.
Conclusión: uno se divide en dos y dos se combinan en uno
Es comprensible que muchas gentes, incluyendo responsables políticos y policiales, se queden con la boca abierta de incredulidad ante el lenguaje, la retórica y la jerga que envuelve la movilización y la acción de estos miles de jóvenes comunistas: parecen sacadas del pleistoceno de sistemas ideológicos y de gobierno aparentemente superados. Sin embargo, volviendo al debate Kolitza-Compains, comprobamos que este último, representante de Sortu-Bildu, toma a la actual Venezuela chavista como modelo a imitar, porque allá se ha producido “una amplia acumulación de fuerzas y el impulso de los movimientos populares”. En esas están tanto los unos como los otros. Unos desde la calle y los gaztetxes, plantando cara a la actividad de la Ertzaintza, y otros desde las instituciones y los despachos universitarios, alertando contra el “control social” derivado de la gestión de la pandemia. Lo que se trata es, como en Venezuela, o, como más épicamente, en la Rusia de Lenin, se combine la presión desde la base (“los movimientos populares”, los nuevos “soviets”) y desde la cúpula, con la intención de que todos nosotros, la sociedad civil, seamos el salami de ese sandwich. 
Para terminar, las palabras de Kolitza, que expresan un deseo convertido en realidad: “La autodefensa y el avance táctico será el resultado de la fuerza estratégica organizada, y no al revés. Multiplicar la militancia comunista por miles”. Multiplicar la militancia comunista significa seguir plantando cara a la Ertzaintza, seguir actuando a nivel de calle y escuela, en avances que van concienciando a nuevos jóvenes que así van enganchándose a la lucha. Y es que Kolitza, a veces, tiene la virtud de la claridad: 
“Movilizaciones-maniobra. Que nadie piense que salimos a la calle por ‘protestar’. Experiencia táctica para las batallas que vienen, y marcaje estratégico de la ofensiva del enemigo a nivel mediático. Sabemos bien lo que hacemos. Con humildad, pero siempre conscientes de la tarea”.
Atendamos las palabras de Kolitza que reflejan los hechos, no son protestas, son movilizaciones-maniobra con la intención de crear dinámicas sustitutivas de la ley por la ley revolucionaria implementada por los miles de “comunistas” organizados. Hagamos el sencillo ejercicio de situar el debate Koliza-Compains en el contexto de la historia y de la ideología de la izquierda abertzale: Compains recoge el mandato bolivariano-leninista de tomar el poder institucional como sea; Kolitza requiere una vuelta a los orígenes, a la juventud, al marxismo-leninismo y a la violencia, como elementos fundacionales de la izquierda abertzale, actualizados con la acción de GKS.
La acción legal de unos se combina con la ilegal de los otros en la crítica común al capitalismo y a su representante, en este caso, la gestión del Gobierno Vasco y sus “fuerzas armadas”. Y en esta crítica-acción convergente vale tanto que unos (GKS) pretendan sustituir a la Ertzaintza como que otros (Arnaldo Otegi) nos hablen de “otro modelo de Ertzaintza” (¿el que los jóvenes de la GKS están poniendo en práctica?). Las recientes acciones ocurridas en Bilbo con la excusa del encarcelamiento del rapero Pablo Hasel y en la violencia y amenazas ocurridas en Lekeitio, donde EHBildu las califica de “fuera de lugar” y pone en duda su autoría, indican un ejemplo más de la combinación entre lo legal y lo ilegal que está lejos de ser calificada de “mozkorra borroka”.
La sociedad vasca sufre un grave problema: existe un segmento de gente para el cual el muro de Berlín no ha caído, la sociedad disciplinaria comunista tuvo unos fallos pero es reparable y los millones de asesinados son una minucia sin importancia. Traducidos al caso vasco: que ETA fue una buena cosa y que la tradición armada tiene un presente y un futuro. Y además vuelve a reflotarse la fórmula político-militar con otros instrumentos. Que ese horizonte mental y práctico proporcione un principio de realidad a un sector de nuestro pueblo es algo dramático ante el cual las autoridades políticas, policiales y educativas deberían tomar medidas de inmediato. O si no ¿Qué hace falta que pase y se diga para que adquieran conciencia de ello .

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